CARNAVAL DE BIELSA

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BIELSA

Son las once de la mañana y disparamos el primer plano del documental. Mentiría si dijera que me emociono, que un escalofrío me recorre el cuerpo, que siento una gran emoción… No es cierto. Como los veteranos de los Tercios de Flandes de Pérez-Reverte, sé dónde me meto, lo que queda y lo que me espera.

Cuando veo caminar a IDOIPE sobre un lecho de hojas secas en Pineta, proyecto el documental en mi cabeza. A trozos, momentos, lugares, personas, texturas, sonidos, músicas… y vuelvo a sentir esa necesidad de sacarlos de la cabeza. Vuelvo a sentir ese placer, ese alivio, esa sensación hacer magia, de poder llevar imágenes, sonidos y momentos que he vivido, a la pantalla.

Y vivir todo ese proceso, una vez más: con sus quebrantos, sus altos y bajos, dudas, miedos y riesgos (económicos sobre todo), alegrías, penas, estrés, bloqueos, soluciones y superación. Y me doy cuenta que es una forma de estar vivo. Muy esforzada, eso sí. Pero una forma de mantenerme vivo, de no caer en la rutina, de atender la llamada de la aventura. De dar salida a al compromiso.

¿Al compromiso? Sí, a ese compromiso que siento con lo que amo. Con lo que me gusta y quiero.  A la alegría que me supone enseñar “mi pirineo”, la belleza, lo auténtico, las historias que me han contado, las que he leído, las personas que he conocido, las leyendas y mitos, todo eso que siento. Crear belleza con la belleza. Expresar lo que siento. Devolverle a ese mundo que quiero todo lo que me da. Y cuando siento todo eso, ya no veo que por delante quede tanto esfuerzo.

Rodamos varias tomas simulando que Idoipe graba sonidos de la naturaleza. En un momento dado toma unos  palos y los golpea entre sí. Se pone a hacer una especie de ritmo con ellos y surge una idea: sí, vamos a grabar todos los sonidos propios del bosque, pero también de los palos, las maderas, etc… Y rodamos un grio 360º sobre él mientas siente la música de sus  palos…. Esto empieza bien.

Comemos un bocata al sol, que me sabe a gloria, y nos encontramos en la plaza de Bielsa con Marcos Pañart, concejal de Bielsa. Marcos se va a cambiar, pues se viste de tranga. Mientras le esperamos un matrimonio francés, talluditos ellos,  bailan la música de fiesta que sale del bar de la plaza. Los hijos los miran avergonzados porque van muy “chuzos”. Al son de pachangas y éxitos de verbena y discomóvil, la francesa, que justo se tiene de pie,  se mete una bofetada  seria y se acaba el baile. Se veía venir. Los hijos no saben donde meterse.

Llega Marcos, el concejal, que da sensación persona sana, y nos trata de lujo para llevarnos al corral donde se preparan las trangas. Allí  juramentos, nervios, fuerza, discusiones, expectación. Sobre todo los “mayores”, los que visten a las “trangas y onsos”, son los que más estresados están. Entra gente al corral, mientras atizan con un palo, la espalda rellena de paja del onso para acomodarla. Hay cámaras de Aragón TV, de fotos, de vídeo… es un momento muy singular. Entre el espectáculo y la privacidad. Ahí somos un poco invasores.

carnaval de bielsa fotos marcos cebrian 7
Foto por MARCOS CEBRIÁN

Veo al otro Marcos, Cebrián, nuestro fotógrafo, colarse sigilosamente en todos los rincones, como una culebra o pasar entre dos frentes disparando como en la películas de Tarantino: una cámara en cada mano cogida de medio lado, brazos extendidos y click, click, clikc, click, casi a cámara superlenta rodeado de trangas, onsos y mayorales.

Nos apostamos en la calle que da acceso a la plaza. Como si fuera la cuesta de Santo Domingo en sanfermines unas siluetas con enormes palos y cuernos, giran la esquina y corren hacia arriba, hacia la plaza que está abarrotada. Dolón, dolón, dolón, dolón, dolón. ¡Cómo sunan los trucos!. Llegan a la plaza y allí comienza la ira y fuego. Idas y venidas. Embestidas, trompadas, frotes y trucos sonando.

Ester, que hoy lleva el sonido ambiente,  permanece en un rincón atrapada, no se atreve a salir. Graba sonido ahí escondida, con la pértiga y los micros estéreo, asomando por encima de cuernos y disfraces. Me meto con Raúl, el operador de cámara,  en todo el mogollón de la plaza. Hay que protegerle la espalda o lo pueden tirar mientras graba. Una tranga muy  metida en el papel de ser primitivo,  le pega a la óptica un manotazo  y Raúl se clava el gimbal de mano en la cara.

Salimos de la locura de la plaza y nos vamos hacia las calles de alrededor. Localizamos a varias madamas que serán rondadas. Una de ellas, muy joven, espera en la  puerta de casa. Su padre, está que se sale. La familia parla catalá. Por tanto creo que que él es originario de Bielsa y vive en Barcelona.  Han traído a la hija a su primer Carnaval de Madama. Le pregunto al padre si es sí y me confirma la historia. Yo también soy padre y reconozco a un padre orgulloso, contento, emocionado por las vivencias de un hijo o hija… eso es un sentimiento que no se puede describir.

Para mí, esto, fue lo más bonito del Carnaval. La mirada encendida de ese hombre hacia la hija que participa en la tradición de su pueblo, que continua con la tradición del lugar, la sensación de orgullo y emoción de ese hombre es muy difícil de describir. Ese hombre estaba bien amarrado a las tradiciones de su tierra pero a la vez, el día que su hija se estrenaba de madama, ese hombre no tocaba el suelo.

Autor: Javier Jiménez (Freeman Creación Audiovisual)

Fotografías por MARCOS CEBRIÁN

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