SAN JUAN DE PLAN

Cruzamos los túneles del Desfiladero de la Inclusa, la entrada al valle de Gistaín. Venimos de un mundo de asfalto y hormigón y al salir de esos túneles, aparecemos en un mundo de piedra y madera. Ese túnel es una máquina del tiempo.

Al día siguiente subo con Dani, el operador de drone, por la pista que lleva de Saravillo al Ibón de Plan, uno de los lugares más bonitos y míticos del pirineo aragonés. Nos han dicho que no llegaremos hasta arriba con el vehículo, pero lo intentamos hasta hundir el Ford Pickup 4×4 en un metro de nieve. Paleamos como leones para poner planchas y sacar el coche de allí. Nada. La nieve de debajo de las ruedas es puro hielo. Hace un día de perros y comienza a nevar. Insistimos y una hora después conseguimos sacar el coche y llevarlo 200 metros más abajo. Cogemos el drone y remontamos la pista congelada a pie.

El regalo a tanto esfuerzo es descomunal. Al mediodía el sol se abre paso entre las nubes en un paisaje totalmente nevado, donde norte frío atiza con fuerza en la piel y el sol, rebotado en la nieve,  ciega la vista. El ibón está tapado por el hielo y la nieve. Estamos solos. No nos hemos cruzado ni visto a nadie. La sensación de estar en mundo salvaje e inhóspito es tremenda. Por detrás del macizo de Cotiella el cierzo, el viento del puerto,  empuja las nubes con furia desatada.

Ha sido un invierno seco pero el aire que viene del puerto promete más nieve. Primer día de abril y cae una nevada preciosa. Un palmo de nieve cubre completamente el valle en pocas horas.

En el fuego del hogar, junto a la chaminera, Roberto Serrano (de la Orquestina de Fabirol) e Idoipe charlan. Roberto habla de una España que en las ciudades no vemos: la España Farta. En oposición a la España Vacía. Hablan del país, ese concepto que tienen los montañeses de país como la tierra que les cobija y les da de comer, la tierra que pisan y que les provee. Y habla en chistabín, la lengua vernácula.

En el telar Elena tira el lanzador de un lado a otro mientras la urdimbre se enreda. Es un sonido cíclico, casi industrial (si bien todo el proceso es manual) que cautiva a Idoipe: lo sampleará creando un bucle que servirá de base rítmica a un tema con mezclas electrónicas. Este es el espíritu del proyecto: crear sonidos e imágenes a partir de los sonidos de la naturaleza, los oficios, el folclores y llevarlo a otro territorio, para crear belleza.

Los chistabins nos toman el pelo. Son traveseros (enredadores y con mucha retranca) pero nos acogen con verdadera generosidad. Les hemos dado voz: tocan su música, hablan en su lengua, de su “país”, de sus costumbres y de su forma de estar en el mundo, nos muestran la España que no sabemos ver los de la capital, la España Farta a través de su mundo cotidiano, no del nuestro. Y nos tratan como si fuéramos de allí, aunque siempre tienen ese punto, que me encanta, de tomarnos el pelo como al novato que aún no se ha hecho a un lugar nuevo.

Con un grupo de chavales y gente joven subimos a los prados de San Mamés, cerca de San Juan. Se trata de “recrear en pequeño” una trucada para grabar el sonido y así utilizarlo en la banda sonora del documental. Les explico que tienen que “tañer” sus trucos mirando hacia la montaña y el valle, como si fuera una ofrenda a la madre naturaleza.  Tras varias tomas, y mucho estrés porque se nos va el sol, grabamos el último plano casi al límite del anochecer. Empieza a hacer frío. Recogemos todos los equipos de rodaje y bajamos a San Juan de Plan. Nos tomamos una caña en el Regancho con las chicas y chicos que han “trucado” con Idoipe. Como tenemos que bajar al hotel de Salinas no podemos quedarnos, pero si lo hubiéramos hecho, seguro que lo habríamos pasado en grande.

Autor: Javier Jiménez (Freeman Creación Audiovisual)

Fotografía por MARCOS CEBRIÁN